La imprenta era un negocio y los libreros estaban ansiosos por vender sus productos. La información transmitida en los colofones era el medio principal que tenía el impresor para que los compradores identificaran lo que estaban comprando. Un colofón básico incluía lo esencial: el lugar de impresión, el nombre del impresor y la fecha de publicación. Pero los libreros más emprendedores superaron las limitaciones tradicionales del colofón para informar a los lectores sobre lo que tenían en venta, además de esa suelta concreta. Para ello procedían de las siguientes maneras:

Algunos impresores enumeraban en sus colofones la gran variedad de artículos disponibles, la mayoría relacionados con la representación teatral: comedias antiguas y modernas, sainetes, entremeses, autos sacramentales, tonadillas y jácaras. Pero también vendían estampas, historias, relaciones, romances o “papeles muy curiosos” sobre temas diversos. Para atraer a los compradores, algunos indicaban el precio de venta de cada ejemplar o el descuento por volumen, con o sin encuadernación.

Con una impresión densa y difícil de leer, algunos de los colofones más antiguos incluían títulos de determinadas comedias impresas y disponibles en el taller. Más tarde, esto dio paso a una lista a continuación del colofón, hasta completar la página, o algunas veces ocupando una página aparte.

En el siglo XVIII, cuando el dinero del negocio circulaba del impresor al librero, la lista se amplió, reflejando lo que los libreros tenían a mano, independientemente de quién lo había impreso. Estas listas ocupan a menudo dos páginas y algunas veces (aunque pocas) más de dos.