Las encuadernaciones no tienen gran importancia si se trabaja con comedias sueltas. Por definición, estas publicaciones efímeras, como otras obras impresas en este periodo, se vendían sin cubiertas, y solamente se encuadernaban a discreción del comprador. En el caso de las sueltas, la decisión de no encuadernarlas era incluso más frecuente que en el caso de los libros de mayor extensión. Numerosas colecciones personales y bibliotecarias conservan sus impresos menores en carpetas y cajas sin encuadernar.

Las sueltas que se encuadernaron lo hicieron de manera individual o en grupos, formando parte de volúmenes denominados facticios. Como las encuadernaciones se realizaban a discreción del comprador, existe una increíble variedad de ellas: pergamino flexible de la época, pasta española, piel sencilla marrón, elegante piel de cabra con hierros y encuadernación bibliotecaria en tela. En todos los casos, el comprador encargaba la encuadernación de volúmenes de sueltas o las encuadernaba él mismo. A un librero podría interesarle tener un volumen encuadernado para hacerlo más atractivo para su venta, mientras que un bibliotecario encargaría la encuadernación de un conjunto de sueltas para manipularlas más fácilmente y un coleccionista optaría por una encuadernación que hiciera juego con el resto de los volúmenes de su biblioteca particular.

Las sueltas encuadernadas individualmente pueden llevar cubiertas de cualquier tipo, desde las de pergamino flexible corriente, que se deforman y no pueden permanecer rígidas en un estante, hasta las de papel marmoleado, menos apropiadas para su manipulación por los investigadores. La opción más perjudicial de encuadernación era la de cubiertas ácidas que se degradaban y provocaban el deterioro de las páginas.


Véase además: desencuadernada, desglosada, volumen facticio, mal encuadernado, fundas, protegidas por fundas